Así cruzamos, finalmente, el puente: vos, delante, sin detenerte y yo, detrás, sin alcanzarte. Vos, sin oírme y yo, muda, con tanto para decirte. Al llegar al final te detuviste, estiraste el brazo hacia atrás y girando hacia mí, sonriendo, me dijiste: -Tenés frío, vení a mis brazos a arroparte.
Creo que fue ahí cuando soñé que, juntos, nos íbamos a otro sueño.
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